Dragon’s Dogma II, sin hacer mucho ruido, emerge asomando como un paso audaz en el territorio inexplorado de Capcom. Este RPG occidental destila frescura y se avecina con una secuela que promete claridad en su visión, ansiosa por entregarnos un mundo interactivo de proporciones épicas.
El renacimiento del Arisen
Como en su predecesor, Dragon’s Dogma II nos sitúa en un mundo de fantasía épica al estilo de Dungeons & Dragons, donde el protagonista, moldeado a gusto del jugador, se enfrenta desde el comienzo a un colosal dragón. Este épico enfrentamiento, aunque desigual, transforma al personaje en un Arisen, pues su corazón es arrebatado por la colosal bestia. Aunque la historia del segundo juego permanece en la sombra, sigue el patrón de la búsqueda incansable por recuperar el corazón perdido, una odisea repleta de desafíos en la que una amplia variedad de personajes, incluyendo valientes aliados, se cruzarán en su camino. Todo ello se enmarca en un sistema de juego basado en la acción en tiempo real.
Nuestra experiencia inicial con Dragon’s Dogma II, debido a su estado temprano de desarrollo, nos impidió personalizar a nuestro personaje como deseábamos. En su lugar, nos sumergimos en una introducción controlando a una arquera predefinida. La protagonista, envuelta en un velo de misterio, se convierte en Arisen y emprende su travesía hacia una majestuosa ciudad en compañía de otros personajes. Desde el inicio, la libertad de acción se hace evidente, permitiendo la exploración de tesoros, la aceptación de misiones secundarias para enriquecer el universo del juego, y la personalización del equipamiento y estilo de combate tanto del protagonista como de sus compañeros.
«Este juego es eminentemente colaborativo, siempre se viaja en compañía, y se puede personalizar a todos los miembros del equipo.»
El Arisen posee habilidades especiales, siendo la más destacada la capacidad de resucitar a sus compañeros en cualquier momento. Mientras exploramos los diversos senderos, nos enfrentamos a criaturas agresivas, como trasgos, lobos y harpías, que suelen atacar en grupo, requiriendo que dominemos a nuestro personaje para prevalecer. La colaboración es clave, ya que siempre viajamos en compañía y podemos ajustar el equipo según nuestras preferencias. El sistema de control ha sido notablemente mejorado, ofreciendo múltiples opciones de ataque, desde ataques automáticos débiles hasta ataques fuertes sorpresivos. Además, se pueden aprovechar habilidades especiales, que son más poderosas pero más lentas. El arquero, por ejemplo, ofrece la opción de disparar automáticamente a objetivos o un modo de puntería manual que inflige daño adicional, aunque resulta más difícil de dominar.
Dragon’s Dogma II se aferra a conceptos clásicos
La misión principal a la que tuvimos acceso implicó escoltar a un personaje hasta un punto bloqueado por rocas, donde se uniría a un convoy en su travesía. Una vez allí, un gigantesco troll emergió de entre las rocas, dando inicio a un épico enfrentamiento de jefe. En este combate, nuestras habilidades y las de nuestros aliados resultaron fundamentales para derrotarlo. El mago del equipo podía potenciar las armas con fuego, mientras que el guerrero desempeñaba el papel de tanque y el arquero aprovechaba su ventaja a distancia. La colaboración y la estrategia se hicieron evidentes, y nos sentimos plenamente integrados en el equipo. Los personajes aliados son autosuficientes, pero responden a nuestras órdenes, que podemos dar a través de la cruceta. En cualquier momento, podemos desplegar habilidades especiales o acceder al menú de pausa para utilizar objetos curativos o potenciadores.
«Dragon’s Dogma II es una aventura profunda, pero sigue siendo un RPG clásico. Ofrece múltiples caminos para resolver misiones y explorar en solitario, recompensando con tesoros y recursos.»
Dragon’s Dogma II se revela como un juego profundo, aunque no renuncia a las raíces de los RPG clásicos. Mientras exploramos el mundo por nuestra cuenta o exploramos las casas de aldeas, encontramos recompensas en forma de cofres y materiales para fabricar objetos. En los caminos, nos topamos con personajes secundarios que podemos reclutar para nuestro equipo, siempre que tengamos espacio disponible. Los puntos de reclutamiento nos permiten contratar a nuevos luchadores, potencialmente más poderosos que los que ya tenemos. Donde reside la complejidad es en la diversidad de caminos para completar misiones, a menudo con resultados distintos. En la versión que probamos, alcanzar la ciudad con el personaje secundario que nos acompañaba generaba una experiencia diferente a hacerlo en solitario. Además, ciertos eventos dinamizan el escenario, como la posibilidad de destruir una pared para desviar el cauce del río y abrir un nuevo camino. Sin embargo, en esta versión temprana, la inteligencia artificial de los personajes todavía requiere trabajo, ya que al destruir la pared, todos mis aliados se colocaron frente a ella y… perecieron instantáneamente.
«Cuando cae la noche, el mundo se sume en la oscuridad, volviéndose más peligroso. La dificultad es elevada, y la muerte de tus aliados es una amenaza constante.»
Con la llegada de la noche, el mundo se tiñe de oscuridad, requiriendo que utilicemos una antorcha para movernos con mayor seguridad y explorar el exterior de las ciudades. Incluso en las tinieblas, las criaturas se tornan más temibles y peligrosas. Durante nuestro viaje hacia la ciudad principal de la misión, nos encontramos con un grupo de esqueletos que desplegaban magia poderosa. Derrotarlos implicaba derribarlos y romper sus cráneos para evitar que se levantaran de nuevo. Aunque no se trataba de un jefe final, el combate resultó desafiante y entretenido, consolidando nuestra adaptación a la jugabilidad. La dificultad es alta, ya que revivir a tus aliados tras su caída es complicado y, si permanecen debilitados durante mucho tiempo, podrían fallecer de forma permanente.
Un mundo complejo por descubrir
La hora que compartimos con Dragon’s Dogma II solo raspa la superficie de un juego que se cuece a fuego lento, donde nuestras decisiones no generan impacto inmediato. La fórmula que Capcom ha destilado combina elementos inusuales en un juego de rol: un sofisticado combate en tiempo real, un sistema de toma de decisiones complejo y un alto grado de personalización. La evolución respecto al primer Dragon’s Dogma es evidente, y solo queda por confirmar si el mundo es tan profundo como promete, ofreciéndonos múltiples vías para explorar esta envolvente narrativa.