Muy al norte, de las tierras donde hoy me encuentro, hubo un ataque orco a un poblado humano. No era algo raro en esas frías tierras, las casas arrasadas, la mayoría de hombres muertos y las mujeres violadas por estas atroces criaturas.
Era común que naciera algún semi-orco que fuera sacrificado, pero no todos, uno se salvó, la mujer humana que había dado a luz a este ser se llamaba Lurilain, ella amaba a todos los seres de la naturaleza, y como no, no iba a dejar morir a su hijo aunque fuera una criatura fruto del horror.
El pequeño semi-orco se crió en un establo, escondido detrás de el pueblo, su madre lo iba a ver a escondidas de su marido, le alimentaba, y le enseñaba a hablar y escribir orco para alejarse de ellos, y el idioma común para poder comunicarse.
Lurilain era una erudita, encerrada en casa, leía todos los libros que su marido tenía, y tenía conocimiento de muchos lugares que no había visto y de muchos idiomas que no había hablado.
Cuando Bur’Buka tenía 7 años, el esposo de la madre lo descubrió, le pegó y fue a buscar a Lurilain, a la cual arreó tremenda paliza, Bur’Buka gritó, salió corriendo hacia el hombre y aplastó su cráneo. Fue el principio de una historia.
– Eres un monstruo … no eres hijo mio- dijo la madre llorando y empujándolo. El pequeño semi-orco sin saber porque, salió corriendo triste y abandonado por lo único que lo había amado, le costó conseguir comida y sobrevivir, rechazado por todos los humanos que encontraba.
A sus 8 años, tirado en un camino, a punto de encontrar su muerte, pasó un señor muy mayor en su carromato, viendo al pobre semi-orco en el suelo, lo metió dentro de su carro y lo llevó hasta su casa en la linde del bosque de Tor’mor.
Bur’Buka se despertó, rápidamente se levantó y cogió un cuchillo, mirando a su alrededor.
– Tranquilo, pequeño, toma te he preparado esto – El señor le doy un cuenco de madera con una especie de potaje y un trozo de pan duro – No tengo mucho, pero espero ayudarte, por cierto, me llamo Luckét – dijo el señor.
– Bur’Buka … – dijo el pequeño semi orco mientras empezaba a comer.
– Nunca he tenido familia ni hijos … ¿te gustaría quedarte aquí y aprender a forjar armaduras conmigo? – Dijo Luckét con una media sonrisa.
Bur’Buka no lo pensó era una oportunidad, a sus 13 años murió Luckét a manos de un ataque goblin una noche. Con sus conocimientos en forja de armadura, recogió todo lo necesario y marchó rumbo a la aventura, soñaba con encontrar a gente que le hiciera recordar que no estaba solo.
Bur’buka no confiaba en nadie, prefería hacerse pasar por un animal, un semi-orco criado por animales y que la gente le temiese, luchando y trabajando como mercenario, lo que nadie sabría, es el corazón que tenía, que había sido mancillado por el odio y la muerte del mundo donde tuvo que nacer.